Antes de ver hacia dónde vamos, tenemos que saber de dónde venimos. El siguiente recorrido es una invitación a analizar, históricamente, los espacios culturales de la ciudad y una propuesta de un futuro organizado.
Por: Gonzalo Cabri
Partamos por lo obvio: la cultura olavarriense está en crisis. Los espacios no son suficientes, las políticas culturales no son prioridad y todo tiende a que se reduzcan, progresivamente, las oportunidades de los, las y les artistas. Y está bien atribuir a la pandemia/cuarentena (como más te guste) cierta cuota de responsabilidad, pero hablando con sinceridad, esta crisis viene de hace tiempo. En el mejor de los casos, el contexto actual terminó de asentar las dificultades con las cuáles se encontraban las expresiones culturales en la ciudad desde hace varios años y obligó a repensar los espacios, reales o virtuales, en los que practicar cualquier arte. Más que parar la pelota, estamos inmersos en un extenso entretiempo (no se acostumbren a las analogías futboleras), lo que viene bien para analizar muchos puntos que hacen al arte local para que, al momento en que todo vuelva a la normalidad, encuentre a les artistas unides y con muchas oportunidades.
Primero hay que entender las particularidades de esta crisis que menciono. Para ello es necesario volver atrás en el tiempo, no más de 15 o 20 años atrás, y analizar la situación, trazando un paralelismo entre el pasado y el presente para planificar el futuro. Una especie de dialéctica de las artes. Hoy, más que nunca, tenemos que hacer lo que esté a nuestro alcance para darle la razón a El Flaco cuando renegaba “aunque me fuercen yo nunca voy a decir que todo tiempo por pasado fue mejor”.
Hoy, más que nunca, el arte necesita de gente que le asegure que “MAÑANA ES MEJOR”.
Antes, hace ya tiempo
Apenas 2 años entrados en el siglo XXI, o 18 años antes del presente, uno de los lugares más emblemáticos en la historia de Olavarría reabría sus puertas luego de algunos años de inactividad. En diciembre del 2002, el bar “La Gaviota”, ubicado en la calle Coronel Suárez al 2278, pleno barrio Pueblo Nuevo, emprendía una nueva etapa. El edificio, por sí sólo, es muy característico dentro de la historia olavarriense, ya que fue el refugio del primer bar de la ciudad. Estamos hablando de unos 110 años atrás. A principios del corriente milenio, se convertiría en un espacio fundamental dentro de la cultura local.
El bar fue un verdadero santuario del arte de Olavarría. Probablemente, si en aquella época estabas cursando en la Escuela de Artes Visuales, dejaste tu marca en alguno de los cuadros que decoraban el lugar. Pintura, música, baile, cine y literatura. La casa de la cultura era “La Gaviota”.
Elegí tomar este ejemplo como paradigma del auge y la decadencia de los espacios que la ciudad ofrece (u ofrecía) para las distintas manifestaciones artísticas locales y las que vienen de afuera. Considero que fue un gran puntapié para una etapa muy agradable del arte, en general, y la música, en particular. Y su decaimiento lleva la huella de los grandes problemas que atraviesan la mayoría (hay excepciones) de los espacios que apuestan a enriquecer las posibilidades a la cultura. “La Gaviota” firmó su acta de defunción en el año 2012, debido a cuestiones económicas entre el dueño del bar y los propietarios del edificio. Los alquileres se fueron acumulando y las deudas empezaron a sentenciar la continuidad de la actividad. De parte del Estado Municipal no hubo respuesta – no sabremos si por intereses personales o una pésima gestión política-, lo que dejó mucho que desear ya que se trataba de un patrimonio cultural de Olavarría. Toda conexión con el presente corre a vuestra responsabilidad.
Historias de otros
En el período que va desde el año 2002 hacia el presente han surgido muchos espacios que dedicaron, al menos una parte, su atención a la escena artística local. Mayoritariamente volcados hacia la música, lo que deja en evidencia la gran deuda que la ciudad tiene con otras manifestaciones culturales. ¿La pintura (entiéndase toda producción plástica/estética) sólo tiene cabida en espacios municipales?, ¿lo mismo para el teatro?, ¿y el cine independiente? Si los músicos reniegan por la falta de lugares, la poca convocatoria, ¿qué queda para el resto? Estas preguntas tienen como única función la reflexión. Ahora volquemos la mirada hacia los espacios que han surgido a lo largo de los últimos años con la mirada puesta en el arte, en mayor o menor medida.
Desde “La Gaviota”, la veta madre, las propuestas se multiplicaron a lo largo del territorio. Lo que vino bien para la organización y la diversidad. Porque si en “La Gaviota” iban los Alfiler de Gancho con sus guitarras crudas, en “Habemus Bar” tenías a Peinate que Viene Gente tiñendo la noche con su ensalada de funk, rock progresivo y otras hierbas. Y, paralelamente, Forasteros imprimía su cuota de blues y rock&roll explotando el escenario de “Insurgente”. Más acá en el tiempo, “Frankenstein” supo posicionarse en la escena artística como uno de los lugares favoritos, no sólo de músicos sino, también, de pequeños actos teatrales y hasta pequeñas exposiciones gráficas. Nótese que todos los espacios han quedado en la historia.
Me tomo la libertad de destacar dos lugares que rompieron con la lógica de bar para apostar a los eventos artísticos como principal producto. Por un lado “Complejo París”, que no tuvo mucho éxito ni duración. Ni siquiera exprimiendo su noche inaugural, juntando a los Can Can en un evento espectacular fuerte en la calle Rivadavia, pudo conseguir ese envión que lo catapulte como uno de los principales espacios culturales. Hoy convertido en “Cine París”, haciendo honor a la historia del edificio y la ciudad, parece haber encontrado su destino. Y, por otro lado, aparece “Yapay”. Este espacio cultural tenía mucho potencial y hasta llegó, en su corta vida, a posicionarse como una de las grandes cartas de la ciudad. Un espacio muy agradable, amplio; un escenario muy bien logrado y cómodo para les artistas; servicio de cantina y propuestas de toda índole. “Yapay” destacaba por donde se lo mire. Puesta de luces y sonido de alta calidad. Figuras de la talla de Francisco Charco y El Plan de la Mariposa dejaron su huella característica. Exposiciones como las impulsadas por “Fuego Santo”, la marca que ofrecía servicios de barbería y tatuajes, en las que se mezclaba la cerveza, el estilo y la música en vivo. Y, lo más importante, muy buena respuesta de la gente.
El crecimiento notable que tuvo el lugar sobrepasó las capacidades administrativas, y una seguidilla de conflictos, propios de la magnitud adquirida, dio paso a la discontinuidad de la actividad.
Un caso totalmente aparte es el de “Liverpool Bar”. A pesar de todas las idas y venidas, “El Bar”, como se lo denomina comúnmente, constituye un caso sui generis que lo pone en un lugar especial dentro de la movida cultural, particularmente de la música. Bandas locales, nacionales y hasta internacionales componen los compases de la historia de “Liverpool”. Una verdadera leyenda viva de nuestra ciudad. Es cierto que sus comienzos estuvieron orientados hacia el rock barrial y el heavy metal, y su público muy fiel a estos estilos. Pero paulatinamente se ha abierto a otras propuestas y el público dejó de ser tan selectivo, expandiendo aún más el maravilloso universo liverpooliano (término libre de derechos).
No exagero cuando digo que “El Bar” vivió y las sobrevivió a todas. Ni la competencia de otros bares, ni la racha en las que el local sufría clausuras pudieron derribar a este gigante. Un ejemplo a seguir de lo que es constancia y conquista de público. Consagrado y, al mismo tiempo, consagrador. Si tenés una banda es casi obligatorio pasar por el escenario de San Martín y Moreno. Obvio, siempre y cuando puedas conseguir una fecha, lo cual vas a tener que tramitar con demasiada anticipación. Una vez logrado, el próximo desafío es ganarte al público inmerso en los metegoles y pools. Toda una prueba para músicos.
Otro lugar sobreviviente es “Punto de Giro”. Con una propuesta más íntima entre artistas y público, se presenta como una buena posibilidad para explotar. De los lugares más agradables que me tocó presenciar. Una interesante propuesta ubicada en la calle Maipú y Colón en la que se pueden acomodar distintos eventos artísticos.
Por otro lado, se abrieron algunas oportunidades con el surgimiento de los locales cerveceros. Particularmente con “Braü”, “La Usina” y “La Reina”, las bandas fueron ganando otro territorio. A mi forma de ver, si bien son una buena vitrina para mostrarse, les artistas funcionan como una especie de souvenir. Es decir, la gente no te va a ver tocar, salvo excepciones. El principal producto de estos locales es el catering y los momentos de ocio. Si hay una banda, bueno. Algunas personas disfrutarán el show entero, otras lo que les dure la IPA y otras preferirán evitarlo. No dejan de ser buenos lugares, pero hay que encontrar la manera de que el arte encuentre su lugar definitorio dentro de estos espacios. Eso si los intereses de sus propietarios lo permiten.
Aún con todos estos armamentos mencionados, me saco el sombrero con “Chamula”. El proyecto autogestivo, multicultural e inclusivo, que hoy se encuentra en dificultades por falta de espacio y la poca nula ayuda estatal (¿Cuándo no?), es de admirar. Una propuesta totalmente enriquecedora para el arte en general. Sus fuertes son el circo y el teatro, pero con muy buena apreciación con la música, la pintura, la fotografía y diversas artes.
Un espacio así merece del cuidado de toda la sociedad, principalmente de políticas culturales que aseguren su continuidad. Todos mis deseos para que se resuelva su situación y podamos contar con “Chamula” para siempre. Y siempre es hoy.
Cuando tus puentes fallen
El rol del Estado local no siempre fue tan pasivo como lo viene siendo en este gobierno. Hubo un tiempo en que la tradición juvenil era disfrutar largas tardes de domingo en la zona de Brown y Belgrano. Allí se disponía un escenario en el que desfilaban bandas cada fin de semana. Dos bandas por día le ponían melodía a las mateadas adolescentes y el público en general. Todo esto, enmarcado en el mítico “Rock de los Puentes”, era impulsado por la Municipalidad de Olavarría y constituía una oportunidad por demás interesante para las bandas musicales.
El proyecto era totalmente abierto. Sólo había que presentarse a principio de año para llenar el formulario de inscripción y esperar el llamado una vez diagramadas las fechas. Si tenías suerte, te presentabas más de una vez en el ciclo.
Los últimos latidos del “Rock de los Puentes” eran más profecías del final que la fiesta que significó en sus mejores momentos. Casi sin darnos cuenta, la actividad comenzó a funcionar domingo por medio, hasta desaparecer completamente del mapa. La propuesta estatal tuvo muerte súbita sin ningún indicio de adaptación. Lo único que queda de aquel son recuerdos, y por suerte muy lindos.
A nivel nacional se pueden mencionar los concursos “Maravillosa música” y el “Vamos las bandas”. Estos eventos de carácter federal acercaban a las bandas del interior a oportunidades muchas veces impensadas, como tocar ante un público masivo teloneando a los “grandes”. Todo a fuerza de algo en lo que estoy muy en contra: la competencia. Estos eventos, ¿buscaban la difusión artística o a los próximos Redonditos de Ricota? Porque de ser lo primero, ¿qué problema había de darle la posibilidad a varias bandas en lugar de hacerlas competir entre ellas?; y si necesitaban cierto nivel de profesionalidad en los grupos, ¿por qué no brindar talleres de composición, audio o de performance? Eso sería mucho mejor apoyo y difusión que tocar con La Renga (no se lo tomen muy literal).
Así y todo, estas propuestas quedaron sólo como excepciones. Con los cambios de gobierno, tanto a nivel nacional como municipal, la cultura fue perdiendo terreno y agenda política. Y, hoy en día, no parece ser prioridad ni para el Estado ni para otros actores sociales con capacidad de inversión. Estamos solos y hay que hacer algo.
Mañana es mejor
Con este recorrido, que espero que no se haya hecho muy pesado, creo haber expuesto que la pandemia/cuarentena no es la base del conflicto actual de la cultura. Más bien, aceleró el proceso de reinvención que se debió haber hecho con anticipación. También tiene su lado bueno por el hecho de que nos permite pensar y repensar lógicas y proyectos de cara al futuro. He aquí mi propuesta: la unión hace la fuerza.
Y hablo de una unión integral de todo el arte olavarriense. Es posible, es necesario y obligatorio. Música, pintura, cine, teatro, danza y todas las formas que existan deben agruparse en pos de llevar al arte al mayor nivel posible. Pero les artistas no podrán solos.
Las redes deben trazarse contemplando Estado, empresarios, medios de comunicación, productores, para que pueda profesionalizarse el arte en Olavarría, de una vez por todas.
Propuestas en época de cuarentena, como la de “Artistas locales a la gorra digital” del Foro Olavarría, son el ejemplo de que se puede seguir apostando aun cuando el viento sople en contra. El “Cosquín Rock” vía streaming una clara invitación a que se pueden seguir pensando eventos masivos. Y lo mejor de todo es que la gente está ahí, detrás de la pantalla. Desde la comodidad de su sillón, en su hogar, esperando que lluevan las propuestas. ¿Si en lugar de subir nuestro material de forma aislada proponemos un evento online del cual participen todas las artes?, y mejor si lo podemos hacer desde alguno de los grandes lugares mencionados. Algunas apuestas sueltas ya han demostrado que la nueva normalidad exige eso. Adaptémonos a los tiempos que corren.
Y cuando se termine toda esta pesadilla del Covid-19 y volvamos a las calles, la batalla se podrá dar con todas las armas. Siempre y cuando estén todos, todas y todes unidos. Es una oportunidad inmejorable para empujar la cultura hacia la cima y dejar en claro que Olavarría es una fuente riquísima en talento artístico. Solo depende de nosotres. Si se materializa esta idea les aseguro que mañana va a ser mucho, muchísimo mejor.
Excelente de comienzo a fin de tu nota. Lo que más rescato es qye cada vez nos importa menos el otro. Y menos cuándo se trata de los políticos. Todo es por interés. Ojalá se puedan juntar distintos artistas y hacer algo en conjunto. Cada uno por su lado es muy difícil y a la vez es fácil de dejarlo de lado. Osa que en conjunto sería más difícil de que puedan no escuchrte.
Gracias por este completo recorrido…y sobre todo por la esperanzadora propuesta de un mañana unidos por el arte. Excelente nota!
Excelente Gonza