Transcurrían los primeros años de los 90, una década fructífera para la música; mucho de lo que se gestó en aquellos años marcaría nuestros gustos musicales. El 20 de abril de 1993, Aerosmith presentó su décimo álbum de estudio llamado Get a grip. En la tapa había una foto de una vaca marcada con el logo de la banda y un piercing en uno de sus pezones.
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Las novedades musicales tardaban un par de meses en llegar a Argentina, Get a grip no fue la excepción. En esos tiempos no había plataformas como YouTube, Instagram ni Spotify. Muy poca gente tenía acceso a internet, en todo el mundo había tan solo 150 Sitios Web. En Argentina coexistían los cassettes de cinta y los CDs, que eran vistos como el gran avance tecnológico. Estos acabarían dominando el mercado, el walkman quedaría obsoleto y el discman pasaría a ser el aparato de moda.
El año 1994 fue muy importante para mí, empezaba el primer año de secundaria en Olavarría. Aún recuerdo esa sensación tan única de observar a los chicos, chicas de años superiores y querer ser como ellos. Tener amigos en el colegio más grandes que vos no era común, yo tenía uno. Se llamaba Nahuel, vivía en el mismo barrio que yo (el Facundo Quiroga, un barrio nuevo conformado en su mayoría por familias de clase media baja). Tenía el pelo largo, cierta independencia y podía ir a las americanas, yo no tenía permiso aún. Quería ser como él, imitaba su forma de hablar, admiraba las remeras de bandas que él usaba, y envidiaba como las chicas le prestaban especial atención.
En esa búsqueda de parecerme a él, comencé a escuchar la música que tenía en su casa. Nos reuníamos en su pieza, y en un equipo doble casetera Sanyo (les juro que cierro los ojos y aún lo veo) escuchábamos rock, género predilecto de Nahuel.
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Un día, me mostró un cassette nuevo, su tapa tenía la ilustración de una vaca lechera. Lo escuchamos completo y quedé fascinado. Debo haber dicho algo así como que me copaba, no lo recuerdo. Pero si tengo presente que me dijo: “…cómprate un cassette TDK de 60, no de 90 porque son más pesados y si usas pilas se gastan más rápido. Yo te lo grabo…”. (y sí, la piratería debe ser el segundo oficio más antiguo del mundo).
Pedí dinero a mi vieja (no recuerdo a cambio de que tarea me lo dio), y finalmente compré el cassette virgen TDK de 60. Se lo llevé a Nahuel. En un par de días me lo devolvió con la placa grabada y la portada dibujada a mano con birome color azul (Nahuel dibujaba muy bien). Literalmente gasté esa cinta de tanto escucharla. Todo el disco me gustaba, pero había un par de temas que me volaron la cabeza y que sin saber inglés podía cantar respetando casi a la perfección la letra, con una fonética impecable en cada una de las estrofas.
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Eat the Rich, Get a Grip, Livin’ on the Edge, Cryin’, Crazy, Amazing, fueron las canciones que marcaron esa etapa de mi adolescencia. Esto que decía Cerati de poner canciones tristes para sentirte mejor no es algo nuevo, ya en la década del 90 nos sucedía. Cryin era esa canción que escuchaba una y otra vez pensando en Romina (vecina de Nahuel). Jamás me registró, eso que compartíamos a diario cinco minutos de parada de colectivo y parte del viaje de ida y vuelta desde nuestros respectivos colegios. Romina era mi amor platónico y esa canción de Aerosmith la banda de sonido de mí incipiente adolescencia.
Por otra parte, era Crazy el otro himno que sonaba una y otra vez en mi cabeza y en el grabador. Por esta canción (sin tener idea alguna de música) me compré una armónica para tocar arriba del tema. Reconozco que en mi cabeza sonaba más lindo de lo que me salía en realidad.
Fue Nahuel la llave para abrir esa puerta que me permitió conocer a Aerosmith y fue esta banda la que me abrió los oídos y me preparó para conocer a otras como Guns and Roses y Nirvana, por citar algunas. Hoy han pasado más de 30 años de aquel otoño en que escuché por primera vez a la banda liderada por Steven Tyler; al levantarme esta mañana me encuentro con el anuncio de su retiro de los escenarios motivado por problemas en la voz de su cantante.
Hoy, ni Nahuel ni Romina están presentes. Mucho menos hay un Sanyo doble casetera, pero perdura mi admiración y fascinación por esta gran banda que marcó la mayor parte de mi juventud. Me dispongo a preparar el mate y busco en Spotify el álbum Get a Grip. Cierro los ojos y viajo por unos segundos al año 1994… es media mañana, ya tengo el uniforme puesto, en un rato almorzaré, luego caminaré tres cuadras para tomar el colectivo y así llegar al colegio José M Estrada. En un breve acto de lucidez recuerdo que toman lección oral, no estudié mucho, aún me queda tiempo para repasar, pero decido que no lo haré. Me place más tirarme en mi cama, escuchar Cryin y pensar en Romina.
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Estos breves momentos de recuerdos inolvidables son de un valor inmenso para mí, así como esta banda que hoy deja los escenarios. Tengo una mezcla de sentimientos encontrados, siento nostalgia y también algo de tristeza. Pero por sobre todas las cosas, una sensación de agradecimiento muy grande para Aerosmith y su vocalista; fueron para mí y para miles en todas partes del mundo una gran compañía e inspiración. Deja de tocar una de las agrupaciones de rock más longevas, superaron los cincuenta años de vida siempre manteniendo en su formación a los mismos músicos que le dieron vida en la década del 70. Se va una gran banda, sin dudas la voy a extrañar.
Gracias, Aerosmith, serás siempre la banda de mi adolescencia.