En “Contraluz”, su último disco, convive la variedad estilística que desde hace años forma parte de su identidad artística y que le permite darle alas a su “libertad creativa”. “Esa diversidad soy yo: es mi mirada y mi propuesta”, aseguró en diálogo con EL DIA

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Por: MARIA VIRGINIA BRUNO

Yendo por aquí, volviendo por allá. Curioseando, inquieto. Pedro Aznar, un nombre marcado a fuego en la historia del rock nacional por todo lo que ha dejado Serú Girán, fue consolidando, con el tiempo, esa diversidad estilística entre las músicas locales y latinoamericanas con la que logró forjar una personalidad artística contemporánea, fuerte y aceptada, que le permitió seguir explorando, respetuoso, en la riqueza de la fusión. En “Contraluz”, su nuevo disco, subsiste ese concepto universalista del rock del que siente, orgullosamente, haber nacido.

Ganador de tres premios Grammy junto a Pat Metheny Group, banda a la que se incorporó tras la disolución de Serú Girán y con la que realizó varias giras mundiales, Aznar solidifica desde hace más de veinte años una carrera solista que incluye 16 discos de estudio, más algunos grabados en vivo, y cientos de colaboraciones con otros artistas.

Sucesor de “Puentes amarillos-Aznar celebra la música de Spinetta” (2012), “Contraluz” es, según definió en diálogo con EL DIA, “un libro de cuentos en el que cada canción tiene un universo propio”, en el que él mismo y la diversidad que lo definen serían el eje conceptual: “El hilo conductor de esa diversidad soy yo mismo, mi mirada y mi propuesta. Viene siendo así desde hace años, cuando decidí construir mi lenguaje a partir de la intersección del rock con la música de raíz latinoamericana. Y la gente que me escucha lo sabe, lo conoce y lo aprecia, lo que me da una gran libertad creativa. Yo me siento hijo de un concepto universalista del rock, que incorpora las músicas locales como un factor de identidad: una música abierta a toda posibilidad”.

Pop, jazz, folclore, bolero, electrónica, metal y hasta una ranchera matizan su rock de base en esta propuesta que, esta vez, llegó a partir de las canciones. “Es un disco que tiene un apoyo muy fuerte en sus letras; fueron ellas, en muchos casos, los disparadores. Buscaba hacer una colección de canciones que fueran muy estimulantes y divertidas de tocar en vivo, y creo que eso se logró muy bien. En la grabación suenan frescas y directas, y en el escenario son un cañón”, explicó el músico, quien trabajó durante más de un año para esta producción, que fue concebida entre Buenos Aires, Mar de las Pampas y San Francisco, bien acorde a la pluralidad que lo caracteriza.

“La banda trabajó con la premisa de buscar sus propios arreglos y timbres… Hubo varias cosas que grabamos en vivo en el estudio, tocando todos juntos, como en un escenario. En algunos casos copié exactamente el tempo de los bocetos que hice al componer, o dejamos como base el primer instrumento que grabé como referencia y tocamos arriba de eso, para preservar esa primera intención, que muchas veces es imposible de volver a lograr en la atmósfera controlada de un estudio profesional. Todo eso le dio al disco una inmediatez, intimidad y respiración muy especiales”.

Grabado en el estudio Romaphonic y mezclado en el suyo, Marina Sound , con el ingenieroAriel Lavigna, el disco que fue masterizado por Andrés Mayo “habla de espejismos, de esas cosas a las que nosotros mismos les atribuimos cualidades que no tienen, o cosas que, directamente, ni siquiera están ahí”.

Para Aznar, quien a lo largo de su fructífera carrera también compuso la música de varias películas, “uno de los grandes desafíos de vivir es poder ver más allá de las apariencias, desarrollar tu propio criterio y tu propio pensamiento, desacoplado de los lugares comunes y del sentir promedio”. Así, entonces, nació el título de su flamante producción que incluye, entre sus trece temas, “Ultima pieza” en colaboración con Omara Portuondo, una colaboración muy de estos tiempos que corren: Aznar, vía Skype, dirigió la grabación que del tema hacía la cubana en Hong Kong, en donde se encontraba realizando un gira.

Junto a Julián Semprini en batería, Alejandro Oliva en percusión, Coqui Rodríguez en guitarra y el platense Federico Arreseygor en teclados y voz, Pedro Aznar presentará esta noche “Contraluz” en el Coliseo Podestá, en un show que además de los temas de su nuevo disco incluirá un repaso por sus grandes hits y algunos “estrenos y sorpresas”, complementado con una gran puesta de video que, en buena parte, elaboró él mismo, en otra manifestación del “hombre orquesta” con el que convive desde hace 57 años: compositor, cantante, director orquestal, arreglador, escritor, intérprete, productor y multiinstrumentista…

-¿Qué cosas mirás a contraluz?

-Veo a contraluz cuando quiero jugar a encandilarme, y percibir, en esa distorsión, algo un poco sobrenatural.

-¿Y qué cosas no deberíamos mirar a contraluz?

-El cartel en la ruta que dice “peligro-cruce ferrocarril” (risas).

-Cuando decidís tomar prestada una canción para versionarla, ¿qué buscás aportarle?

-Mi propia lectura. Eso es algo que, de partida, no está en ella. Y el desafío es encontrar qué, cuánto, cómo y dónde aportar. Disfruto mucho de versionar obras de otros autores, y es un buen ejercicio saber cuánto conservar del original y cuánto cambiar. No todo se puede tratar igual. Hay versiones que considero “definitivas”, y, prácticamente, inmejorables. En esos casos, no muevo ni una nota de lugar. Pero hay otras canciones a las que se les puede encontrar una nueva vuelta de tuerca, y, en esos casos, me dedico a encontrar eso con la misma pasión que si estuviera trabajando en una obra propia, y le imprimo un sello propio, si siento que a la canción “le queda bien”.

-Vos que has homenajeado a grandes artistas, ¿quién te gustaría que haga lo mismo por vos y tu música?

-Me sentiría muy honrado por cualquier colega que lo encarara con respeto, honestidad y entrega. He tenido la tremenda satisfacción de que gigantes como Mercedes Sosa o Diego El Cigala hayan grabado obras mías. Cuando sea muy viejito se lo voy a contar a mis sobrinos nietos con los ojos húmedos de emoción, al lado del fuego y tomándome un whisky. ¡Y no me van a creer! (risas)

-Venís de un 2015 agitado, entre el Lollapalooza, Viña del Mar, Cosquín, premios, además de haber encabezado un homenaje a Cerati. Y empezaste este con un nuevo disco. ¿Qué balance podés hacer de tu carrera hoy?

-El balance es muy positivo, estoy muy contento con lo que viene pasando hace ya varios años en la relación con el público. Hago lo que más me gusta, sin ninguna concesión, y cuento con un público atento, inteligente, sensible y generoso, siempre abierto a lo que tenga de nuevo para ofrecerles. Es una bendición. Felizmente ha ido creciendo y afianzándose año a año, y espero que siga así. Soy curioso e inquieto por naturaleza, y me intriga y entusiasma lo que irá a venir.

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